jueves, 8 de julio de 2010

Cosmos


He vuelto a ver Cosmos, la serie de Carl Sagan, aunque sólo los tres primeros capítulos. A pesar de lo que piensa mi mujer, me ha vuelto a emocionar y maravillar como cuando tenía 13 años. Me acuerdo de cómo mi hermano y yo metíamos prisa a nuestros padres para volver a tiempo del paseo (era verano como ahora y sí todavía salíamos con ellos) y poder ver la serie, ya que no existía el video en nuestra casa.

Es cierto que una parte no desdeñable de esa emoción procede de la nostalgia, ya que hay ciertos aspectos que analizados desde el 2010 resultan un poco desfasados: los efectos especiales que sin embargo eran muy buenos para la época, el decorado de la nave...

Pero en lo esencial sigue transmitiendo la emoción del ansía por conocer, el asombro ante el genio de los científicos y pensadores que lucharon para conocer el mundo y el universo, la poesía y la belleza que hay en el universo. Nos hace reflexionar constantemente sobre la vida y lo que importa.

Siempre he recordado el momento del calendario cósmico en el que el hombre aparece en los últimos segundos del 31 de diciembre, la historia de Kepler y Brahe, la música que se seleccionó y grabó en la sonda viking como carta de presentación para los extraterrestres de nuestra especie y otras muchas cosas.

Muy pocas afirmaciones de las que aparecen se han visto desmentidas por el tiempo. El entusiasmo de Sagan y el nivel de los colaboradores es excepcional (por ejemplo me ha impactado descubrir que para explicar la teoría de la evolución contaban con Stephen Jay Gould).

Además tiene una maravillosa banda sonora de Vangelis...