Georgie no necesitó abrirlo para saber que se trataba del “Codex Universalis”, el libro en el que el rabino Judah había logrado confinar el universo entero, según aseguraban inmemoriales cabalistas.
Ahora toda su vida cobraba sentido, aunque fuera un triunfo solitario y silencioso.
Dudó, ya que la puerta una vez abierta no se podía cerrar, pero con un ligero temblor salmodió:
“ Yo, Judah, último guardián de la sabiduría…”
