lunes, 7 de junio de 2010

Dos partes de la misma historia. Parte 1. El fin del Romanticismo.

Hace unos años cuando no tenía dinero, me encantaba fumarme un porro, engancharme los Walkman y dar paseos por el centro de Madrid. Daba lo mismo que hiciera frío o calor, día o noche, lluvia o sol... Me hubiese encantado tener una cámara capaz de retratar esas sensaciones conjuntas, los sentidos amplificados, la visión angulosa de un elefante en la calle de Alcalá sumido en la niebla, de un astuto ángel cubriéndose la cara mientras la nieve cae... Cada escena su banda sonora, grabada a fuego en mi mente por obra del THC. Viviendo aventuras imaginarias olvidadas hace tiempo. Horas de soledad, capítulos de un libro, separados por el sonido del autoreverse cada 45 minutos.

Crecí. Cambié mi afición de las calles por la de las tiendas, mi adicción al THC por la compra de LPs, mi viejo walkman por un reproductor mp3. Ya no era un espadachín ni un héroe de la guerra de la independencia. Ahora era arqueólogo. Un arqueólogo solitario. Aprovechando cualquier oportunidad para respirar el polvo de las cajas de cds de segunda mano apiladas en tiendas de olor mohoso y rancio. Entrando mojado, sudado o simplemente helado. Yendo los domingos a la FNAC en busca de una nueva baratija. Horas desgranando discografías de grupos apenas esbozados en mi mente por alguna descarga de Internet.

Se perdió el romanticismo. Sigo siendo un arqueólogo, si. Pero un arqueólogo submarino. Haga frío o calor buceo en mi tienda preferida de Internet y consigo las mas extrañas bagatelas. Tesoros encontrados en multitud de países que llegan a mi casa a los pocos días.

Hace unos meses, hacía balance del primavera Sound 2009 y recordaba que en la vorágine de conciertos, premuras, compromisos, cervezas, JBs... me había perdido uno de los conciertos que mas ganas de ver tenía (en realidad fueron dos, los New Year los ví el Domingo de vuelta de Barcelona...), Th' Faith Healers. Al recordar este descuido imperdonable empecé a recordar cuantos momentos magníficos me había suministrado Tim Cullinam al frente de, primero, Th' Faith Healers y, posteriormente, de Quickspace. No me hizo falta recorrer las céntricas tiendas de discos desesperándome (eso solo lo volveré a hacer en Londres que es donde tiene encanto) por no encontrar el disco deseado. Llegué a casa, me conecté y a los tres días tenía la discografía original. Demasiado frío, demasiado rápido, poco romántico, pensareis. Si, tenéis toda la razón.

No hay comentarios: